El príncipe de los tigres que sabe rastrear, Con orgullo y dignidad el ratón grizzly, Este ladrón de palomares que merodea, este piojo: ¡Ricardo Corazón de León eres mi halcón!
Haces que el feroz enemigo se disperse, cruja y cruja. Los castigaste por estar borrachos y locos de juerga, Por estos matones grises que cenan y hacen reverencias Y se alimentan de nuestra masa y caminan imprudentemente.
Sé que cada vez que te oigo maullar Si veo un ratón loco royendo una comida, no tengo nada que temer: estás ahí, eres la ley; y tú, mi príncipe de los tigres, demuestras cómo los secuaces del diablo se deslizan y gritan al toque severo de la garra majestuosa de Dios.
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Así:
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